junio 09, 2013

Sobre la muerte

El arte, parafraseando lo que leí por ahí, sirve para apaciguar a los perturbados y para perturbar a los apaciguados. No una cita, sino una paráfrasis. Sin autor. Sin el rigor científico que éste da. Pero con lo inefable que tiene el anonimato. Cambio emoción por inmortalidad.
Se me ha dado mucho esto de la lectura filosófica de los eventos insignificantes  lo que es lo mismo que decir que soy bueno para encontrar trascendencia en lo intrascendente o llanamente, le doy importancia a lo que no tiene.
¿Lo hago? Ciertamente no. Son los otros los que me hacen sentir así. Son miles... No, son millones de almas al unísono que me dicen que no es importante. Sin embargo, tengo un sentido de la lógica, digamos, autista.
Nunca me he enfrentado a la muerte, no en primera persona, como escribo esto. Nunca he perdido a un ser verdaderamente querido. Debo admitir que poseo pocos así. No se cómo me afectaría un evento de ese talante. Sin embargo, si he tenido múltiples oportunidades de enfrentarme a la muerte de seres anónimos o casi anónimos. Seres escribí y no me di cuenta hasta tiempo después. Para alguien con mi sensibilidad, las personas no son personas, sino seres. Y si no son seres no merecen existir, al menos no dentro de mi universo. La ausencia de existencia, en si misma, exime de la posibilidad de anonimato. Entonces, para ser anónimo, es necesario existir. Para existir es necesario ser un ser. Característica indiscutible es entonces la necesidad de ser.
Una muerte, sin embargo, involucra en muchos sentidos dejar de ser. La primera persona deja de poseer el derecho de ser, por decisión propia o no. La muerte, marca el punto final del ser. Pero tiene algo maravilloso para nosotros, la gente que nadie va a recordar en los anales de la historia: nos vuelve anónimos.
No me gusta imponer términos absolutos, es muy sientífico para mi gusto. Así, voy a decir que la muerte es una de las poquísimas situaciones, a mi entender y yendo un poco más allá de este, donde la ausencia de la existencia no exime la posibilidad del anonimato.

No digo que esto tenga que perturbar a los apaciguados, pero como perturbado que considero ser, esto me apacigua.

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